Se rindió peleando, como los héroes
En la hermosa mañana del 23 de Septiembre de 1984, mientras disputaba la Primera Vuelta de Benito Juarez en el semipermanente de Tandil, detuvo su máquina por última vez, el “Gordo” Octavio, para pasar a ser recuerdo, abrazado a su auto, casi sellado a su T.C. Cayó en una recta, donde siempre había pasado con el acelerador a fondo.
Octavio amó el Turismo Carretera y sentía pasión por Ciani, Gatica y por el taladro. Nunca fue un triunfador, no tenía ángel, ni fue un personaje carismático, no generaba ruido para convertirse en ídolo, pero fue dueño de una popularidad que se asociaba a su figura.
Nació el 6 de Septiembre de 1932, y vivió en una escenografía casi única, taller, fosa, mate y herramientas. Corrió a pulmón, con muchos años de privaciones, de luchar junto a su hermano Pedro, esperando la hora del triunfo y de la gloria.
El trabajo en la histórica coupé, fue uno de su grandes desafíos, a lima y martillo, amor, esfuerzo y corazón en el taller de los Sotro.
Octavio y Pedro, un pasado de colectivo, de cortar boletos para hacer un auto de competición. Ellos y la ayuda de sus padres lo hiceron posible. A partir del 70, los Suarez se asocieron a la marca Dodge, donde cosecharon logros importantes.
Octavio, siempre aferrado a su bohemia, a su amor por la velocidad y a su pasión por el T.C. Salto, Pergamino, y Arrecifes, lo vieron triunfador en 1973, Salto 1974 y en La Banda – Santiago del Estero diez años después, marcaron los éxitos del hombre de Banfield. «Quería que mi hijo, me viera ganar una carrera, la ultima vez que lo hice, el contaba solamente un año, Ahora tiene 12, me puedo retirar contento», explicaba días después de la victoria en la provincia norteña.
Estampa de caudillo, y de hombre fuerte. Manejó con personalidad y tozudez la ACTC, en un momento de serias complicaciones, y le dió resultados. Así logró recuperar y reverdecer al Turismo Carretera. No se casó con nadie, pero atendió a todos. Primero la ACTC, luego los demás, era la premisa del «Gordo».
Nunca cambio su silenciosa personalidad. Ni en las jornadas de abandonos, o en los domingos de podio y laureles.
Humilde, indiscutido, sin lujos, ni pinta. Su voz ronca imprimía respeto, también simpleza. Se fue en una recta, con el acelerador a fondo, en su trazado preferido. Octavio, no conoció el significado de la palabra especular. Se rindió peleando, como los heroes, como los grandes.