Octavio de las sierras

Han pasado 36 años. Las sierras de Tandil, eran testigos de una nueva aparición de la máxima el 23 de Septiembre de 1984. En el bellísimo «Nürburgring argentino», se cumplía la 1ra edición de la Vuelta de Benito Juárez, con la organización del Club Alumni, nueva institución que se sumaba a la folklórica categoría.

En el selecto lote de avanzada, revistaba Octavio Justo Suárez, con “Tito” Torre de acompañante, desde que Pedro eligió la abstención de correr, dejando una particular nostalgia al pueblo teceista.
Se corría la primera edición de la «capital de la amistad», utilizando el Club Alumni de esa ciudad, el Nürburgring argentino, como se denominaban los 32,250 kilómetros del semipermanente de Tandil.
Luego de ganar en La Banda-Santiago del Estero, el Gordo Octavio, quería reafirmar un mes elegido.
En plena final, viajaba a más de 240 Kms en la ruta 74, con el «Puma» Aventín adelante, y el Pato Morresi detrás. Se le heló la sangre al recordado sampedrino, cuando observó que la Dodge de Suarez, fugado totalmente de la adherencia, se proyectaba abruptamente hacia afuera. Fue imposible contar cuantas vueltas dio el descontrolado vehículo. Después todo lo conocido. La tragedia, los recuerdos, las vivencias, y los sentimientos.
Octavio hombre, corredor, y dirigente. Los éxitos y sinsabores. El día que apareció acompañando a Conde Baviera en 1952, codeándose con los Gálvez, Marcos Ciani, «Tito» Logulo, «Rolo» de Alzaga, y el “Califa grande” Oscar Cabalén.
En el 66, época de oro de la máxima, se había largado solo a desandar su pasión, con una cupé que la vieron estacionada, y que encontraron la comprensión del padre, para pagarla. La armaron con enorme esfuerzo y tesón en el taller de los hermanos Sotro, junto a Néstor Fernández Palagani.
Muchos años de correr a pulmón, de depender de la mano tendida. Años de privaciones, de luchar junto a su hermano, contra el poderío de los equipos oficiales.
Octavio y Pedro, un pasado de colectivos, de cortar boletos para armar un auto competitivo. Ellos y la ayuda de sus progenitores lo hicieron posible.
A partir del 70, los Hnos. Suárez se asociaron a Dodge, a la marca del pentágono, donde alcanzaron muchas alegrías, y consiguieron logros importantes.
Más cerca, en 1973, llegaba la primera jornada triunfal. Día irrepetible y especial ese 13 de Mayo en la Vuelta de Salto «viajando» a 214 Kms de promedio. Había llegado la gloria, esa que la buscan muchos, y solo unos pocos la firman. Después vinieron otros triunfos, en Pergamino, Arrecifes y otra vez en Salto, pero en 1974.
Pasaron luego diez años sin éxitos hasta su victoria en La Banda. “Quería que mi hijo, me viera ganar una carrera, la ultima vez que lo hice , el tenía solamente un año, Ahora tiene 12, me puedo retirar contento”, esbozaba luego en la ACTC.
El entusiasmo siempre estuvo inalterable para Octavio, amó como pocos al T.C. Dirigente con una personalidad muy fuerte, un hombre con mayúsculas, fue la piedra fundamental para el resurgimiento de los carreteros. Recorrió el país buscando lugares, escenarios, y nuevos trazados. Su gestión alcanzó proyecciones gigantescas. Sus pares lo designaron presidente de la entidad cuando el litigio ACA – CADAC, con los consabidos problemas.
No despertaba polémicas, ni generaba ruidos. Muchos Octavios en uno solo, donde sobresalía la honradez, temple y convicción. Nunca cambio su silenciosa personalidad. Ni en las jornadas de abandonos, o en los domingos de podio y laureles.
Octavio, tuvo que irse en una recta, con el acelerador a fondo, en su trazado preferido. No conoció el significado de la palabra especular. Se rindió peleando, como los héroes, como los grandes.

 

 

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