Un día luctuoso de 1968
Han transcurrido más de medio siglo, y los que vivieron o escucharon aquel momento, recuerdan con dolor esa triste jornada de Abril de 1968. Un domingo aciago y muy difícil para los deportes mecánicos. Balcarce concretaba un sueño anhelado, con un episodio de corte tradicional que era el común denominador en una región del país, que hace un verdadero culto de la tradición del folklórico Turismo Carretera.
El criterio con que los apasionados simpatizantes del centro y sur bonaerense han vivido el automovilismo a través de los años es bien conocido, porque tanto Fangio como los grandes pilotos de la región, lo hacían dentro de la forma clásica, basada en el origen y en el desarrollo de los carreteros.
El circuito de aquella contienda, comprendía 342,800 kilómetros de recorrido, un “dibujo” sumamente extenso. La empresa era ardua y compleja para los actores, con treinta por ciento de tierra, alternativa cautivante, pero cuando los autos andaban a 160 o 170 kms.
Abandonar la esencia
Ese año, fue una temporada donde el TC apuntaba al diseño, totalmente alejado de lo que fueron sus orígenes y su esencia. Lógico es de suponer que con el paso del tiempo, los cambios aparecían como inevitables, aunque lo que sucedía en aquella época, superaba los límites imaginables para quienes pretendían el avance.
En el año anterior, sucedieron varios accidentes originados por las altas velocidades y puso sobre el tapete la conveniencia de seguir corriendo en trazados ruteros con ese tipo de máquinas.
El 68 comenzaría tortuoso, con litigios y tormentas reglamentarias. Por un lado los tradicionalistas y por otro, lo que se esforzaban por el progreso. La comisión deportiva del ACA, desarrolló un reglamento que fue rechazado de plano por la dirigencia de la ACTC. En varios puntos no había consenso con los directivos de la calle Bogota, entre ellos, el peso mínimo, las tolerancias en la colocación de las plantas motrices y la distancia entre ejes.
Sin tregua
Las peticiones solicitadas por la ACTC no fueron tenidas en cuenta por la CDA, los pilotos decidieron ir a la huelga, y se desataron fuertes trastornos políticos. La reacción no se hizo esperar y la CDA suspendió por tiempo indeterminado a la entidad que agrupa a los pilotos. Ante ese panorama, el titular del ACA, el Dr. César Carman decidió poner paños fríos a la situación, disolvió la comisión deportiva y en su reemplazo creo la Confederación Argentina de Automovilismo Deportivo (CADAD). Parecía que la situación se iba normalizando.
Las expectativas y la acción
Las primeras carreras con la nueva tendencia se iba encontrando, la afluencia de pilotos era baja hasta llegar a 105 inscriptos para la Vuelta de Balcarce-Lobería. Fueron casi todos, hasta los Emiliozzi reapareciendo con el Baufer F 100, y los hechos demostraban que los protagonistas apuntaban a ese tipo de carreras.
Las liebres dominaban, con Eduardo Copello y “Pirín” Gradassi, administrando los productos de Berta, solo una vez Andrea Vianini con la Garrafa, pudo quebrar esa hegemonía. Ahora, se venía otra propuesta, con un trazado mixto donde los autos convencionales tendrían más chances.
El extenso escenario
El diseño para tamaño desafío mostraba grandes expectativas, con un perímetro exuberante, nada fácil de controlar, de 247 kilómetros de asfalto y 95,800 de tierra para cumplimentar 342,800 Kms.
En la ruta 226 (cerca de la fábrica de Crespi Competición) kilómetro 63, se pondría en marcha la gran apuesta, transitando rumbo a Mar del Plata, bajando al primer tramo de tierra, doce kilómetros antes de la ciudad feliz, para retomar el asfalto en la ruta provincial 88, por Otamendi hacia Necochea, girando a la derecha en Quequén para empalmar la ruta provincial 227 rumbo a Lobería, pasando por las estaciones Pieres y Tamangueyú. En está última localidad, volvían a “descender” al tramo de tierra en la denominada “Casa Quemada” (hoy calle Castro) para “tocar” la antigua ruta 55, y luego volver a empalmar la “227” en La Virgen del Camino, acceso a la ciudad de Lobería, continuando luego por el paraje “La Alianza” y Napaleofú. Cinco kilómetros superando esta última localidad, retomaban el tramo de pavimento para recorrer los últimos 60 kilómetros rumbo a Balcarce, para cumplir con los 342,800 kilómetros.
El día señalado
El 28 de abril de 1968 se disputaba el 5to acto del calendario, Premio Lubricantes Celinoil, en un circuito que unía las ciudades bonaerenses de Balcarce y Lobería, combinando pavimento y tierra, 342,800 km. de extensión. Ese día de los 105 inscriptos, 94 tomaron parte de la competencia.
Se largaba a las 9 hs. y Gradassi tenía el N°1 en su Liebre II, el 2 “Tuqui” Casá, N°3 el “Nene” Ternengo, N° 4 Gastón Perkins y el N°5 Carlos Alberto Pairetti.
En los tramos iniciales sobre la ruta 226, Perkins marcaba territorio, el “Flaco” de Juan B. Alberdi y Pairetti guardaban entre si los 20″ de la largada, lo cual quería decir que empataban la primera posición de ese pequeño grupo que se mantenía en la delantera, ya que le llevaban 10″ a Héctor Luis Gradassi y 12″ a Eduardo Casá.
La carga del “tractorista” de Balcarce sobre las posiciones de “Pirín” fue constante y la cupé con los colores de Ford, fue acercándose a la Liebre MK II blanca. Antes de negociar el viraje cerrado hacia la derecha que lanzaría a los autos por un corredor de 20 kilómetros de tierra, Casa superaba Gradassi, pero volvía a perder la posición de puntero en el mismo viraje, cuando su motor comenzó a perder rendimiento.
En el retorno al pavimento y 30 minutos de acción, el de Balcarce abandonaba, mientras la diferencia entre Pairetti y Gradassi se hacía más amplia con el abandono de Perkins.
Más adelante, Andrea Vianini con la Garrafa era el puntero seguido por Juan Manuel Bordeu, a solo 5 segundos, mientras detrás venían Carlos Marincovich con el Chevitú y Pairetti, pero la lucha recién comenzaba.
En el largo trecho hasta Lobería, las posiciones fueron variando constantemente. Antes de Quequén, el Barracuda-Chevrolet de Pairetti se mostraba más rendidor que la Liebre de Gradassi, “Il matto” estaba a 31 segundos de “Pirín” en el camino, es decir que lo aventajaba por 49 segundos en los relojes. El avance de Pairetti era firme, en una “ese” cargó dos bidones y continuó la persecución. Sólo 16 segundos lo separaban del hombre de la docta, descontandole un segundo por cada minuto de carrera.
Antes de Lobería, ingresando al segundo tramo de tierra en la “Casa Quemada”, las posiciones habían variado radicalmente. En su retorno con el Baufer-Ford F100, Dante Emiliozzi había establecido un promedio en la zona pavimentada de 216 km/hora entre Cte. Nicanor Otamendi y Lobería (ruta 88 y 227), transformándose en el nuevo puntero. Detrás del olavarriense se ubicaba Marincovich, Pairetti y Gradassi, respectivamente. Más atrás, Luis Di Palma, “Cacho” Fangio, “Larry” (A. Rodriguez Larreta), el de Villa María, Mario Tarducci, César Malnatti y Humberto Dana.
En la primera pasada por Balcarce, luego de “viajar” muy fuerte por la 227, en el tramo Lobería, La Alianza y Napaleofú de 65 kms. de tierra, Pairetti estaba adelante, 32 segundos detrás Dante y “Tito” Emiliozzi, 46 segundos, Carlos Marincovich, y 57 1/5 Gradassi.
Di Palma, “Cacho” Fangio, Bordeu, Rubén Fulco, Mariano Calamante, “Larry” y el “Nene” Ternengo completaban los once de avanzada.
La segunda vuelta, con los abandonos de “Maneco” Bordeu, Dante Emiliozzi” y Luis Di Palma, fue un monólogo de Pairetti, alejado de Gradassi, ya que con solo estar en la polvareda del cordobes, la carrera estaba definida, a favor del hombre de la cuna de campeones, que empleó 3 hs. 17m. 56 seg. 4/10 a 207,813 Kms/h. de promedio, seguido por Gradassi a 52 segundos 8/10, y tercero Carlos Marincovich. Gran carrera de “Cacho” Fangio, logrando el cuarto lugar y quinto Alberto Rodriguez Larreta (Larry). Completaron aquella triste jornada, César Malnatti, Rubén Fulco, el “crédito” local, Mariano Calmante (p), “Pocho” Rondelli y Angel Rienzi con el “F 100”.
El trágico balance
Esta instancia teceista, marcó una inflexión en los carreteros, “cayeron” cinco actores de la máxima, tres espectadores y varios heridos.
La pérdida irreparable de Jorge Kissling, Segundo Taraborelli y sus respectivos acompañantes, Enrique Duplán y Santiago Bonavento, al igual que Rubén Barra copiloto de Plinio Rosetto, junto a tres personas del público y varios heridos en los tres graves accidentes.
Kissling y su acompañante Enrique Duplán, habitual compañero de ruta de Jorge Cupeiro, se despistaban sobre la antigua ruta 55, 2.500 metros antes de la Virgen del Camino y acceso a Lobería, cuando empalmaban la ruta 227, presumiblemente por la rotura de una punta de eje, dando tres tumbos e incendiándose su auto, pereciendo los dos protagonistas.
Sobre la ruta provincial 226, el Torino 380 W del “Cholo” Taraborelli y Santiago Bonavento, también se iba del camino, impactando con un camión estacionado sobre la banquina. Los ocupantes fallecieron en forma instantánea y tres espectadores perdían la vida, resultando heridas otras trece personas. También caía Rubén Barra, copiloto de Plinio Rosetto que protagonizaba otro accidente.
Enrique “Quique” Duplán, compartía el Chevitú con Jorge Cupeiro, y siempre manifestaba que no quería correr de acompañante con otro piloto que no fuera el “Gallego”.
A principios de 1968, se formó una estructura con Cupeiro como director y Kissling como primer piloto. Este último, insistió para que el preparador lo acompañara en Balcarce y entonces Duplán consultó a Cupeiro sobre la propuesta. “Estoy pensando que me va a convenir correr yo. Este asunto de acompañar, cada vez me gusta menos. Se anda muy fuerte y yo voy allí sentado” comentaba “Quique” que aceptó la invitación para estar en la ciudad del quíntuple.
Luego de esta carrera, el Turismo Carretera fue a parar a los autódromos, a excepción de la carrera de Allen, que presentó un excelente circuito para la ocasión. Una de las consecuencias de este movimiento resultaría el nacimiento del TC fórmula “A” en 1970.
Los premios seducían
El número de anotados fue muy alto para este compromiso, debido a que no se cobraba la inscripción y este gran parque de máquinas acarreó una extraordinaria concurrencia de público. Largaron nada menos que 94 máquinas desde la ruta provincial 226.
El monto en premios redondeaba los 6.000.000 millones de pesos. Al ganador le correspondían 945.000 pesos y a su acompañante 105.000.
Al piloto que clasificaba vigésimo le correspondían 45.000 y 4.500. Esos montos eran el doble de lo que entregaba habitualmente una competencia de las mismas características. Allí tuvo que ver, la alta convocatoria de participantes.
La fiesta que no pudo ser
Como un simpatizante más, pretendía vivir la atractiva fiesta del TC, la gran apuesta de las dos entidades, que prometía y entusiasmaba por la calidad de los actores, así lo vivían los pueblos y lugares por donde iba a pasar aquel desafío del 68. Una previa movida con preparativos, los auxilios de los pilotos chequeando las zonas, los asados y el público buscando el mejor lugar para disfrutar ese folklore inolvidable que era moneda corriente en el Turismo Carretera.
El sábado llegué con mi familia a Lobería, y el domingo nos instalamos en el curvón frente a la estancia “Pichi Mati”, sobre la ruta 227, camino de tierra hacia el paraje “El Bonete”. En ese lugar, también se ubicó una ambulancia del Hospital Gáspar M. Campos de Lobería. Ingresamos con tiempo, a una zona que nos parecía entretenida, compartimos unos mates, mientras sintonizamos la portátil para escuchar la competencia, estaba muy atento porque el circuito era sumamente extenso. Había que aguardar más de una hora para el paso de los punteros por Lobería, tenían que recorrer más 200 kilómetros desde la partida hasta el lugar que habíamos elegido.
El tiempo de espera pasó rápido, de pronto los aviones comenzaron a sobrevolar la zona de tierra, señal que el grupo de avanzada estaba próximo, apareció como un rayo Gradassi con la liebre MK II, Carlitos Pairetti, Carlos Marincovich con el Chevitú II que llevaba motor nuevo.
Il Matto a fondo, acomodando con precisión el Barracuda en plena variante, velocidad impresionante para “caminar” en la tierra, con una estela de polvo suspendida. Los autos se deslizaban en un camino ancho, las liebres, los “380 W”, la cupé de “Cacho” Fangio y Mariano Calamante (padre), muy rápidos, al igual que el Baufer de los Emiliozzi.
Por ahí, detrás de unos montes, vimos una columna de humo y la ambulancia que partía raudamente al lugar, mientras la carrera continuaba. Pasaron largos minutos, sin saber que había ocurrido, hasta que la información indicaba que había un accidente grave antes del acceso a Lobería. Más tarde la noticia señalaba que el auto que había volcado e incendiado era el Torino de Jorge Kissling y “Quique” Duplán.
Al poco rato, el vehículo sanitario retornaba al lugar porque la carrera no tenía interrupción, confirmando el triste desenlace de los dos queridos protagonistas. Confieso que el ánimo nuestro se derrumbó, no veíamos la hora de retornar a la ciudad. Se había acabado la fiesta para nosotros, en una jornada que intentamos disfrutarla y terminamos pidiendo el final.
* Nota especial del Director de Vértigo Motorsport, Luis Orlando Sanchez