La cuarta dimensión

Los aventureros del Dakar se distinguen por sus aptitudes de atletas, sus talentos de acróbatas. Agiles en todos los sentidos de la palabra, en simbiosis con sus máquinas, aprendieron a domar las tres dimensiones académicas reconocidas por los matemáticos, de un lado y del otro del Atlántico.

Los millones de kilómetros recorridos en el Sahara o en Atacama los fueron acostumbrando a las distancias, las capacidades de resistencia figuran en el kit indispensable para el éxito en el Dakar. El refinamiento en la navegación resulta también muy útil cuando se trata de mantener el rumbo y no perderse en las grandes extensiones. La profundidad o la altura, que caracterizan el 3D, le da forma a los baches, a los montículos, a las piedras, a las dunas y a los ríos que exigen precisión en el pilotaje. Pero desde hace algunos años, los pilotos aprendieron también a transigir con la altura: de a poquito con saltos de cabrito por encima de la Cordillera de los Andes; luego durante las incursiones cada vez más prolongadas al Salar de Uyuni. Con este protocolo de aclimatación, nuestros hombres y mujeres se encuentran ahora frente al desafío de la cuarta dimensión: se lanzaron a la aventura después de haber dejado Asunción, en Paraguay, el país nº 29 que visita el Dakar. La estadía en el Altiplano boliviano se extenderá luego a una semana… pasada completamente por encima de los 3000 metros! Incluso en La Paz, la capital más elevada del mundo, será imperativo retomar la respiración para volver a bajar en el mapa del continente sudamericano y llegar a Buenos Aires… al nivel del mar.

 

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