Una carrera sin retorno
Nunca fue un triunfador, no tenía ángel, ni fue un personaje carismático, no generaba ruido para convertirse en ídolo, pero fue dueño de una popularidad que se asociaba a su figura.
Siempre aferrado a su bohemia, a su amor por la velocidad y a su pasión por el T.C.
Nació el 6 de Septiembre de 1932, y vivió en una escenografía muy particular, taller, fosa, mate y herramientas. Corrió a pulmón, con muchos años de privaciones, de luchar junto a su hermano Pedro, esperando la hora del triunfo y de la gloria.
El trabajo en la histórica coupé, fue uno de su grandes desafíos, a lima y martillo, a puro corazón y esfuerzo en el taller de los Sotro.
Salto, Pergamino, y Arrecifes, lo vieron triunfador en 1973, Salto 1974 y Santiago del Estero, diez años después marcaron los éxitos del hombre de Banfield.
Estampa de caudillo, y de hombre fuerte. Manejó con personalidad y tozudez la ACTC, en un momento de serias complicaciones, y le dió resultados.
Así logró recuperar y reverdecer al Turismo Carretera. No se casó con nadie, pero atendió a todos. Primero la ACTC, luego los demás, era la premisa de Octavio.
Humilde, indiscutido, sin lujos, ni pinta. Su voz ronca imprimía respeto, también simpleza. Lo recordamos siempre con su paso tranquilo en las mañanas teceístas y su saludo cordial. Así era Octavio, serio, simple, y trabajador incansable. Piloto, hombre, dirigente y amigo. Se fue a los pagos del silencio, y dejó una lágrima en cada T.C.