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El “Fangio” y un festejo a puertas cerradas

Parece mentira. Tanto tiempo invertido, tantas horas hombre, tanto dinero, que en segundo fatal, lo que hubiera sido una fiesta, terminó convirtiéndose en una de las mayores tragedias del automovilismo nacional. El TC no puede olvidar a Guido. Nosotros tampoco y el Autódromo, menos. Solo, con el viento pegando entre las plantas como único sonido y en donde el ruido es el alma, recibe hoy su cuadragésimo aniversario. En la más ingrata de las situaciones. No hay conmemoraciones ni recordatorios. Solo una puerta cerrada y un destino incierto. “El autódromo está cerrado en este momento porque estamos sacando todas las cubiertas de camión y esperar que vengan las autoridades pertinentes”.

Eso dijo Hugo Fioriti, el hombre que más conoce el circuito días atrás a ACCION5. Para el, se debe esperar por la llegada de veedores de la ACTC o de la CDA (Comisión Deportiva Automovilística) del Automóvil Club Argentino, y de la COPAM (Comisión Provincial de Automovilismo y Motociclismo) y ver como sigue la historia. Aquel 13 de noviembre, faltaba poco menos de un minuto para que terminara un festival único en la ciudad, esperado por todos los balcarceños desde hacía casi un año. La carrera que hubiera correspondido hacer dos meses antes, fue guiada por el destino a un número nefasto y una jornada con sol aparente y oscura tempestad por detrás. Fue en apenas un segundo.

El despiste del rezagado Leonel Larrauri (Dodge) a la salida del puente provocó que el Guido Falaschi lo chocara, se fuera contra las cubiertas de protección y regresara a la pista, siendo embestido primero por Ortelli y después en el lateral derecho del auto por Girolami. También se vieron involucrados el “Pato” Silva, Leonel Pernía, Norberto Fontana, Jorge Trebbiani y José Savino (Falcon), quienes venían detrás. Tras ser retirado de su vehículo, Falaschi fue derivado de urgencia hacia el hospital “Felipe A. Fosatti” ya inconsciente. Vanos fueron los intentos de reanimación. Fue llevado de urgencia a Mar del Plata, donde dejó de existir. El TC cerraba un domingo negro con el “Fangio” como protagonista.

El comienzo de la historia

Allá lejos y hace tiempo, el sueño de Juan Manuel Fangio cobraba vida en medio de matorrales y caminos que el hombre no habría recorrido jamás sobre un auto de carreras. Fue un día de 1966, Juan Manuel pegó una recorrida por el desolado paisaje serrano, atestado de retamas y yuyos peligrosos, morada de ofidios y alguna que otra alimaña de la zona. Pisando ese suelo intransitable, precámbrico y arcilloso de más de 2.000 millones de años de existencia, dio forma a una de las grandes ideas concretas que vio nuestra ciudad. Hubo que remover mucho suelo, y ganarle mucho terreno al dominante cordón serrano. Se trabajó de sol a sol, con el aporte Municipal y capitales provinciales y nacionales.

El intendente Juan José Mare y su joven gabinete, quería (debía) terminar la obra en tiempo record y según los archivos, a mediados de 1969 surgió el primer anteproyecto del autódromo, encargado a los ingenieros sanjuaninos José Romano Petrini y Alberto Olivera, quienes contaban con la fresca experiencia de construir un autódromo de similares características en la Quebrada del Zonda (San Juan). Fangio los había conocido en la inauguración de ese circuito, en octubre de 1967. Petrini y Olivera se ajustaban a los consejos de Fangio, que si bien, no conocía mucho de ingeniería, sabía sí, como adecuar el circuito de acuerdo a la dinámica de los pilotos. Y fue todo un desafío construirlo.

Mare daba entrevistas a revistas como Corsa, Automundo, El Gráfico y explicaba el desarrollo de las obras, entremezclando sus dichos entre topadoras y camiones volquete que se movían sin cesar. Pero faltaba para terminar, el golpe final: el apoyo de la ciudad, en lo posible, toda. Casi en paralelo a la construcción, se creó la comisión de Socios Fundadores y miles de vecinos accedieron, previo aporte, a un carné intransferible que los exceptuaba del pago por el ingreso a todo espectáculo deportivo realizado en el trazado, de por vida. La obra, aunque muy acelerada, no llegaba a los plazos previstos de apertura, estipulados para mediados de enero de 1972. A esa altura, la infraestructura técnica estaba a medias.

En la última etapa de la obra, entre fines de noviembre del ’71 hasta su fecha de apertura, el trabajo, sudor y esfuerzo dejado en “La Barrosa”, fue titánico. Finalmente, el gran día llegó: 16 de enero de 1972. El autódromo vio la luz, y el paredón serrano empezó a mostrarse como algo cotidiano. Y entraba a la historia con una carrera de corte internacional. Pero aquel día no fue como lo soñó el Chueco para su homenaje. La cálida tarde estival fue progresivamente transformándose en tormenta de verano. La carrera inaugural, con muy poca presencia nacional, fue un fiasco que no estuvo a la altura de tan tamaño emprendimiento. Se trajo para ello a una categoría plena de palmarés.

Era la llamada Sport Prototipos, que venía aquí a cumplir con la segunda fecha del campeonato puntuable de 1972. Y lo hizo, con dos interminables series de una hora de duración cada una, sumada a una tediosa final de casi dos horas, donde solo los punteros se daban batalla. Al cabo de las dos series, la suma de tiempos dejó como ganador a un piloto salpicado de triunfos y logros varios en circuitos europeos, pero ignoto por estos lugares: John Hine. El robusto inglés de largas patillas y mirada clara se impuso a bordo de un Chevron B19 azul, a 165,883 km/h. Segundo terminó el brasileño José Carlos Pace (AMS) mientras que el sueco Joakim Bonnier (Lola T212), fue tercero. El mejor argentino fue 7°.

Ya en la final, se podía notar una cerrazón que resultaba mucho más ambiciosa que un chubasco veraniego. Fue una tormenta que no dio tregua a las 60.000 personas que poblaron La Barrosa. En el túnel de acceso era tanta el agua acumulada que resultaba imposible cruzarlo en coche o a pie, sin enterrarse medio metro en ese tremendo barrial. Apareció entonces un avispado sujeto fornido que “hacía el favor”, por unos pesos y aprovechando su contextura, cruzaba gente “a babucha”. En fin. Ese anecdótico momento es solo una gota en el mar, de un día que fue histórico para los balcarceños. Inolvidable para las mentes que tuvieron la suerte de vivirlo.

John Hine: Aquel primer ganador

John Hine, nacido en Londres en 1934, era un experto piloto europeo del que aquí casi no se tenía conocimiento. Era un tipo rudo, alto y bastante simpático, que vino acompañado por su mujer Mary. Se presentó a la carrera con un Chevron B19 azul cobalto y con el 16 en sus laterales. Había debutado meses atrás en Buenos Aires ganando un Rally de 1.000km con el español Juncadella. Cosechó victorias en Zandvoort (Holanda), un podio en Salzburgo (Austria) y un sexto puesto en las 9 horas de Kyalamy (Sud África). En Brands Hacht, mientras venía segundo chocó con Fittipaldi y quedó fuera de carrera. En el Fangio corrió de compañero con John Bridges, y se convirtió en el primer ganador en Balcarce.

Nivel internacional y su día más negro

Superada aquella primera carrera, el paso de los años hizo que el Fangio sea protagonista de varios contrapuntos y momentos históricos del automovilismo argentino. La Formula Nacional trajo su propio espectáculo meses después. Luego aparecieron los monopostos, F2, F3, CODASUR, Campeonato Argentino de pilotos, cafeteras, Sidecars, Motos y el esperado TC, que tuvo a Oscar Castellano como primer ganador. También tuvo su paso frustrado el TC2000, además de otros eventos diferenciados del automovilismo deportivo. Pero su mayor golpe (antes del terrible accidente de Guido Falaschi) lo había sufrido en 2004, cuando dos espectadores murieron a causa de un accidente maldito del TSC.

 

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