El recuerdo a "Pocho" Facchini
La justicia tardó en llegar, pero al fin llegaba para Juan Oscar Facchini en la ciudad de Tres Arroyos, la hora feliz para un gladiador de ley.
No era un año más, parecía una temporada diferente y fecunda la del 64. El día soñado llegaba cerca de su tierra, en una jornada inolvidable para su pueblo. La clásica vuelta de la ciudad bonaerense, por vez primera dejaba el emblemático “Banco de Pruebas” o Triángulo de la Velocidad, utilizando un dibujo totalmente desconocido, con tramos, rutas y caminos desconocidos, para disfrutar la capacidad de los protagonistas de aquella época dorada. En notable demostración y final electrizante, el marplatense llegaba a su primera conquista en los carreteros, superando por escaso margen a su vecino «Maneco» Bordeu. Una fiesta irrepetible para los seguidores de la marca del “moñito”, de su ciudad y de los miles de simpatizantes que había ganado en las duras batallas dirimidas, aunque se le había negado el tributo en algunas de ellas. Otro capítulo se abría para Facchini.
Días después de la contienda en la capital del trigo, reeditaba otra epopeya con su sello y personalidad en los pagos del caballero del camino Eusebio Marcilla, alzándose con el máximo galardón en la histórica Vuelta de Junin.
Con el número dos, detrás de Luis Di Palma, que había sido el más veloz en el trámite clasificatorio sabatino, algo inusual en aquellos tiempos, volvía otra vez el duelo directo entre los dos chivos, el de Mar del Plata y la “coloradita” de Balcarce. Combate sin concesiones entre Facchini y Bordeu, dos de las grandes figuras del momento. Hombres con inusitada convocatoria en todos los escenarios donde desembarcaba el T.C. , actores de primerísimo nivel y jerarquía, entregando el último resto, en los casi seiscientos sesenta kilómetros de carrera. El de Mar del Plata, bien templado y con admirable talento, enhebraba una nueva conquista. Segundo halago consecutivo, gran protagonista en la parte final de esa temporada y una figura de nivel en el ambiente.
La duodécima Vuelta de Tandil, era otra fuerte apuesta para el grupo de elegidos de la máxima. La arquitectura del trazado serrano tenía todas las variantes para el manejo y el espectáculo. Un difícil compromiso, con rectas veloces, curvas cerradas, trepadas, descensos vertiginosos y un complicado tramo urbano con avenidas amplias, y algunos badenes. Un escollo comprometido para los aspirantes más encumbrados. Facchini, y su laborioso acompañante “Mingo” Solis habían encontrado el rumbo, “aceitando” muy bien la estructura técnica y humana como para aspirar cosas importantes. Ilusiones y sueños que se iban cumpliendo. Otra vez el protagonismo en el emblemático trazado, y el duelo por la punta con los Emiliozzi. La contundencia del Chevrolet era notoria, nadie dudaba de otro halago en las sierras más antiguas del planeta. Quien iba a pensar aquel domingo 15 de Noviembre, que el destino marcaría ese final, cuando tenía tantos sueños por cumplir. Ese destino estaba marcado. La muerte esperaba agazapada, y sorprendía al querido “Pocho “ en una zona sinuosa y rápida del paraje La Porteña, volcando la máquina, y golpeando en su descontrolado viaje con un vehículo estacionado, cayendo para siempre una de las esperanzas marplatenses, y herido de gravedad su compañero y amigo José “Mingo” Solis.
Se iba un hombre con fuerte personalidad, que peló temple en las urgencias y les ganó a los mejores. En silencio partía hacia el más allá, Juan Oscar Facchini, uno de los exitosos gladiadores surgidos en la fecunda cantera teceista, y otra de las columnas, que afirmaron la gran expresión deportiva de los argentinos. aferrado siempre a ese espíritu aplomado, a su amor por la velocidad y a su pasión irresistible por el Turismo Carretera.