Condimentos que salvaron la kermesse
Tenía que ser en una carrera especial, y eso que la previa fue indolente y pasiva, no venía bien la fiesta del zonal en C. Vidal, felizmente el «shock» del final movió el tablero y fue una bocanada de aire fresco para la folklórica categoría y para los teceistas.
La kermesse tuvo el valor agregado en la recta final, con la victoria del Torino-Ford del FV por vez primera, con el primer tributo de Juan Pablo Castañino que destiló manejo y aplomo, la conocida capacidad de un joven con muchos atributos como Lucas Bayala, la contundencia del vehículo construido con el corazón por «Quique» Villanueva con los motores del infatigable y tenaz Carlos Castañino.
En el trámite de la «B», la notable intervención de «Nacho» Della Maggiora con Nicolás Di Fonzo fue otro de los puntos altos, provocando un golpe de efecto en las posiciones de la divisional, ya que el «crédito» de Tandil y Udaquiola trepó a la cima de la tabla de valores.
En los teceistas, el de Udaquiola Leandro Campos, y el mismo Della Maggiora que vivió una jornada pródiga y con matices, tuvieron el premio a una consistente y lucida gestión, con un vehículo para tener en cuenta.
En la clase mayor, con menos actores, el combate fue movido en los precoces movimientos, tuvo aderezo en el medio de la trinchera, y un cierre con la firma de Diego Castañino, arribando a la cuarta corona con ese Falcon símbolo de triunfo, con los motores del «Mago» de la Base Aérea y su socio en el bunker de la velocidad, Ricardo Méndez. El «tetra» puso al óvalo naranja veintisiete veces en la cúspide, ocho conquistas las escribió en el reducto de Vidal desde el 2006, un año antes en Lobería, Castañino había sellado su nombre en La VIrgen del Camino.
En orden de méritos, y otro de los puntos altos, fue el criterioso y sobrio trabajo del campeón del grupo B, Tomás Eracarret. El representante de Tandil, y La Pastora redondeó su mejor intervención en la clase mayor, quedando como avanzado escolta del campeón.
Un domingo con distintas sensaciones, inolvidable para la familia Castañino, y que vino de «perillas» para apuntalar la recta final de la categoría, cuando solo resta un eslabón, para concluir el periplo.