En las sierras, Martínez Boero se coronaba campeón y volcaba Roberto Mouras

A lo largo de los años, extrañas sensaciones hemos vivido en el mítico Nürburgring argentino, un lugar que siempre proponía acción y mantenía el suspenso. El 5 de diciembre de 1982, hace hoy 41 años, se desarrollaba la 25° vuelta de Tandil en el semipermanente, que en esa oportunidad alcanzaba los 32,250 kilómetros, distancia que tuvo algunas variaciones no muy amplias, debido a la implementación de chicanas que se instalaron, a pedido de CECA (Comité Ejecutivo de Competencias Automovilísticas), ente encargado de la seguridad en los escenarios de la provincia de Buenos Aires.

En este clásico, estaba en juego el campeonato de Jorge Martin Boero, quien de lograr un resultado positivo se coronaría campeón argentino del TC. El Gaucho de San Carlos de Bolívar tripulaba el Falcon del Quilmes Automóvil Club, entidad que le dio la oportunidad a varios pilotos para destacarse en la categoría más popular del país. La preparación tenía la responsabilidad del “Polaco” José Miguel Herceg, y varios colaboradores que acompañaron al exitoso preparador.

La previa ilusionaba
Una carrera que marcaría la definición del certamen 1982 del TC, Martínez Boero era acompañado por un hombre del riñon del QAC, “Tito” Ballini, quien también había compartido el Falcon con Roberto Monllor, anterior conductor de ese auto.
Orlando Ríos, calificado periodista de la revista “El Gráfico”, que acompañó al “Lole” Reutemann en la Fórmula 1 por los distintos circuitos del mundo, subió a la Dodge que motorizaba el tandilense “Fino” Adamoli, propiedad del campeón Antonio Juan Aventín.
El “Vasco” Eduardo Usandizaga, el crédito serrano, corrió con el último Dodge 1500, N° 163, acompañado por el “Flaco” Roberto Gallardo, y el “crédito” de San Cayetano, Mario Di Nezio, debutaba con la Dodge del “Novillo” Rodriguez.
Para la radiofonía argentina, fue un día histórico, hacia su último relato en Campeones por la AM 1070, Radio El Mundo, Andrés José Rouco, uno de los distinguidos relatores de la época de oro, que le aportó emoción y trascendencia a los deportes mecánicos. Ese día, “Caito” Legnani, le cedió el relato de las series a su maestro, quien fue uno de los creadores de Carburando. Rouco había llegado el mismo domingo a Tandil, acompañando al empresario Luis Legnani, hermano del director de Campeones.
Varios accidentes, aunque sin graves consecuencias, deparaba aquella jornada con alta convocatoria en las sierras, se despistaban, el “Cholo” Salgado con Pedro Ingrassia en la Dodge de La Tablada y Mataderos, Eduardo Marcos con el Falcon que representaba a La Dulce y Tres Arroyos, y el más espectacular resultaba el vuelco de Roberto Mouras con José Luis Riga en otro Dodge. Las secuencias eran conmovedoras, captadas por el avezado Julio César Díaz, fotógrafo de mil batallas.
La “salida” de la quinta San Gabriel parecía el “teatro” para observar despistes y vuelcos, por eso tiempo más tarde se instaló la séptima chicana en el lugar, la más cercana al centro de la ciudad que hoy, se halla intacta, utilizada como en el “drive in”, de una cabaña turística.

Espacio mágico
Un día inolvidable, aquel primer domingo de Diciembre cuando el Turismo Carretera celebraba la 25° Vuelta de Tandil, se definía un pleito exitante, y el primer tributo grande para el “Gaucho” de San Carlos de Bolivar, Jorge Martínez Boero.
Un lugar convocante para los apasionados de la velocidad y para la familia que vivía cada encuentro con solaz, disfrutando el folklore cautivante de los carreteros. Épocas de peñas y de taller, de mate y asado. Lugares inolvidables que hoy siguen vivos pero ya son recuerdos, desde la comprometida “viborita” pasando Don Bosco, la curva de El Gallo, el extenso tendido de la ruta provincial 74 de casi nueve kilómetros, el cruce Scarminacci (ruta 30 y 74), el veloz curvón de la Granja, la variante de Montecristo, los ascensos y “bajadas” hasta el mítico descenso de Belén, en el ingreso al complejo El Centinela, la curva de Marchini (La Pulpería), la variante del Banco Provincia, la curva del dique viejo antes de la quinta San Gabriel, la rotonda del dique, y los 4,500 kilómetros por la hoy Avenida Don Bosco, hasta el sector de largada. Todos lugares que hoy existen, pueden ser recorridos y que en aquel momento, hace 38 años, fueron claves en las emblemáticas carreras del TC rutero. Eran 32,250 kilómetros de una vuelta extensa. Las carreras eran fuertes desafíos, no todos los pilotos se sentían a gusto con las curvas, bajadas y largas rectas al filo de los 260 kilómetros de velocidad pura.

Celebraciones y festejos
La fiesta se desataba muy temprano, al concluir el primer acto, las tres vueltas de la primera serie que ganaba el “Pincho” Castellano, seguido por Jorge Martínez Boero, alcanzando con ese segundo lugar la ansiada corona del Turismo Carretera. El día del “Gaucho”, del QAC, y de los bolivarenses que llegaron en gran número a las sierras, seguros que el hijo dilecto les iba a regalar un tributo semejante. La satisfacción que producía ese halago por parte de un hombre tan querido como Martínez Boero ratificaba la vigencia de los carreteros, como en las épocas de oro. No se podía pedir más. La alegría del nuevo campeón era conmovedora, los reconocimientos a Don Pablo Caccaglio, titular del Quilmes Automóvil Club, al “Polaco” Herceg, al “Negro” Castelli, a Rómulo Bousquet Serra, quien llevó a Boero al mundo del TC entre otros. El día más feliz para el “crédito” de Bolívar.

El puma de las sierras
Luego de los movimientos previos, con las victorias de los Dodge de Castellano y Mouras y la corona de Martínez Boero, constituía una previa con sabrosos condimentos, algunos accidentes como el de Salgado (17) y Marcos 134) ponían la cuota de suspenso al vermouth tandilense.
La final estaba reservada a ocho capítulos, totalizando nada menos que 258 kilómetros, donde medio centenar de autos participaba de la contienda serrana.
Oscar Aventín, “Pincho” Castellano, Martínez Boero y Emilio Satriano, mostraban credenciales desde la movida, calificados protagonistas, peleando por la victoria.
Antes de la segunda vuelta, a casi 3 kilómetros del control , se despistaba el auto de Roberto Mouras en la curva de San Gabriel (Avda Gabriel Taborín). A escasos metros de la rotonda del lago, se escapaba de la cinta asfáltica la máquina que preparaban Wilke y Pedersoli, dando una serie de tumbos, sin consecuencias para el príncipe de Carlos Casares y su acompañante José Luis Riga.
De allí en mas, se planteaba un desarrollo intenso entre los cuatro apuntados, y el trámite fue sumamente emotivo, para “vivirlo” y disfrutarlo con los detalles que aportaban desde el aire, la aeronaves de los equipos radiales.
Los ocho pilotos que dominaron a lo largo de 1982 querían llevarse la movida final. Castellano, “Tony” Aventín y Martínez Boero, tenían un plus para pelear la punta, Oscar Aventín y Satriano se jugaban buena parte del subcampeonato, Mouras quería repetir lo de La Plata, Occhionero tenía más para exhibir y Jhonny De Benedictis había recuperado el auto luego del golpe en la serie, y se sumaba al staff de candidatos, aunque largando de muy atrás.
Los veloces “chivos” viajando juntos podían sacar ventaja sobre el resto, y esa alternativa se fue dando.
Los primeros top mostraban al Falcon del QAC adelante en la ruta y en los tiempos, pero luego de transitar las largas rectas pasaron a mandar los “moños” de Satriano y Occhionero.
El embrague complicaba al de Chivilcoy, perdiendo la ventaja que traía. Todos se fueron juntando en los tiempos y por momentos ganaba el “Puma”, por momentos Castellano y cuando entraban en las rectas, Satriano.
Por mitad de recorrido, pasaba a ganar Oscar Aventín sobre Satriano, mientras Castellano era el puntero en la ruta.
A partir del quinto capítulo, Oscar Aventín, comenzaba a marcar territorio, se fue alejando del resto, manejando con temple y aplomo la parte final del clásico tandilense, enhebrando una festejaba conquista en los pagos de Serafín Adamoli, su distinguido preparador. El “Pincho” Castellano, que ha vivido un especial romance con el reducto serrano y el nuevo campeón Jorge Martínez Boero, habitaron el podio.
Emilio Satrino fue cuarto y quinto el Dr. Carlos Luaces de Pilar. Roberto Caparello, Octavio y Pedro Suarez, Héctor Pacchialat, “Tony” Aventin y Juan Carlos Deambrossi, completaron el club de los diez.

La semblanza del campeón
La corona estaba en buenas manos, y era propiedad de aquel hombre flaco, cordial, siempre dispuesto que asociamos a la década del 60, cuando esta tiraba la última serpentina de un carnaval deportivo que parecía agonizar ante la imponencia de los años 70.
Ese hombre era Jorge Martínez Boero, recordado nombre que aparecía en la vieja Automundo, por ahí también en las figuritas “Totem”.
Con sus 45 años, era el puente entre dos décadas, entre dos generaciones. Hombre experimentado, que nos remontaba a un pasado sembrado de ídolos, afanosamente coleccionables en álbumes o banderines porque los posters con su aureola importada aún parecían lejanos. Pero ese Martínez Boero, era todo humildad, un hombre de espíritu juvenil, que se propuso ganar un campeonato y lo ganó. Era el presente apoyado en un pasado, porque junto con él vivimos y transpiramos el eterno TC.
Ese día “Gaucho” convivimos con ese ayer, pero a partir de nuestro hoy. Y no es cierto que todo pasado fue mejor. Es cierto que cada mañana tendría que ser mejor. Vaya a saber por qué, entre tu emoción y la nuestra, nos acordamos de tantas cosas. Por eso, gracias por la gauchada.

 

 

 

* Nota especial del Director de Vértigo Motorsport, Luis Orlando Sanchez
(Foto de portada: Julio César Díaz)

 

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